lunes, 18 de julio de 2011

GÉNESIS 41-45


Buenos días amados alumnos hoy lunes 18 comenzamos las clases 

B. LA SEGUNDA VISITA (Caps. 43-44)

   Dios hizo que la familia de Jacob sintiera de nuevo el hambre y, como hijo pródigo de Lucas 15, estos hombres tenían que regresar o morirse de hambre. Vemos aquí otras indicaciones de su cambio de corazón: La disposición de Judá de ser el garante, de cargar con la culpa del joven Benjamín; su disposición de volver el dinero; y su confesión de la verdad al mayordomo de José (43:19-22). Sin embargo, cometiron algunos errores también: llevar un regalo para José y confesar sus pecados al sirviente en lugar de José directamente. No podemos dejar de ver en todo este episodio la manera en que Dios trata con el pecador perdido. Dios controla las circustancias para volver en sí al pecador y al final de sí mismo. Pero, triste como suena, demasiados pecadores convictos tratan de ganarse la salvación ofreciendo un presente, o confesando a un siervo humano, o haciendo algún gran sacrificio (como Judá lo hizo cuando ofreció su vida en garantía por Benjamín). La única manera en que José podía excusar sus pecados era recibiendo una sincera confesión y arrepentimiento.
   José usó dos estratagemas para llevarlos al lugar de la confesión: la fiesta de alegría (43:26-34; nótese en los versículos 26 y 28 que los once hombres se inclinaron ante él) y el descubrimiento de la copa en el saco de Benjamín. De nuevo en 44:14 los once hombres se postraron ante José en verdadera contrición. <<Dios ha hallado la maldad de tus siervos>>, confesaron (44:16).
No podemos sino admirar el discurso de Judá en 44:18-34, no sólo por su humildad y confesión, sino tambien por el amor que muestra hacia su padre y su hermano menor. Estaba listo para ser el garante, para cargar con la culpa, incluso si le costaba la vida.
    Qué hermosa lección espiritual tenemos aquí. Judá pensó que José en realidad estaba muerto (44:20) y, por consiguiente, que él mismo era culpable de homicidio. ¡Lo que percataba era que José estaba vivo y era su salvador! El pecador perdido está ante el tribunal de Dios y confiesa su culpa, pensando que su confesión es ira segura. Pero Jesucristo vive y por eso puede salvar al máximo. Cristo no espera que seamos garantes por nuestros pecados, ni por los pecados de otro, porque Él mismo es nuestro fiador ante Dios (Heb. 7:22). Mientras Cristo viva, Dios jamás nos condenará. ¡Y Cristo vivirá para siempre!
    No fue su confesión de culpa, sus sacrificios y sus regalos lo que les dio salvación a los hermanos. Fue el perdón de gracia de José, perdón comprado por sus sufrimientos por amor a ellos. ¡Qué cuadro de Jesucristo!


     Que bendición comenzar de nuevo las clases que Dios les bendiga

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